Estabamos de un momento a otro en busca de la verdad o de un camino de regreso adonde nunca pudimos estar. Si el sol acariciaba las hojas de los robustos arboles altos o si en ese momento la hermosa brisa del otoño nos sopló al oído su armoniosa melodía no lo recuerdo, el otoño había desaparecido.
Eramos un todo que se resquebrajaba y ardía en mil partes, eramos el instante previo a la explosión y los miles de perdigones nos lastimaban para soltarse. Así, cada momento, al llenar de aire nuestros pulmones, nos volvíamos lágrimas, impotencia y rabia.
En la ventana se veía el sol, una y otra vez, y nosotros rendidos, inertes en el piso esperando encontrar ese camino que nos lleve al olvido lo mirabamos salir y cada nuevo día él se encargó de secarnos, como la flor que ha sido abandonada en el baldío. Para nosotros todo solo fue eso, secarnos o pudrirnos y después nada.
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