El comienzo del rencor
En una pieza llena de humedad, con la pintura descascarada, una puerta que se cae a pedazos, ¿cómo se supone que las palabras sean por lo menos alegres? ¿A qué bastardo se le ocurriría escribir sobre citas, fiestas, banquetes, bailes si tuviera la nariz impregnada del olor a paredes viejas y venidas a menos? Si sus elegantes bibliotecas en la sala de escritura no fueran más que un par de tablas abandonadas en la calle que solo sirven para que no se pudran unos pocos libros, ¿de qué hablarían? ¿Me complacerían con sus largas y ermitañas horas en sus escritorios? ¿Se imaginan, mientras se paran a buscar en el diccionario términos no convencionales, que leo sus libros en un sillón reconfortante, en la sala de lectura, con el fuego delante mío? ¿Es a ese lector es al que se dirigen? ¿Ese que hace una mueca de sonrisa escueta y frígida cuando debe nombrar a sus escritores favoritos?
Acá, las palabras solo caen como la pintura, sin gracia, solo se desprenden e inician su suicidio hacia el mugroso piso, ahí los espero.
Galardones
Como a todo sector elitista en el mundo del arte o las letras, a veces les parece atractiva la idea de invitar a un ser al que jamás le hablarían si les pidiera ayuda en la calle. Habían leído uno de mis pocos relatos publicados y se habían sorprendido por su "autenticidad". El relato era un pobre intento de darle un toque de “psicología analítica” a una trama sin valor, pero hay que tener cuidado cuando se hace eso porque los señores elegantes e intelectuales son fácilmente atraídos por porquerías de ese estilo e intentarán darte una mención o algo, que bien les gustaría darse a ellos mismos por leer tanto.
Bien, fue una carta con una invitación, me otorgaban un galardón en reconocimiento a nuevos escritores, algo así como un bautismo, una iniciación dentro de ese grupo tan fenomenal de gente tan brillante. La ceremonia se realizaría la semana siguiente en algún lugar de capital.
A pesar del poco respeto que le había tenido a esa clase de eventos, estaba confundido, sentía que por lo menos reconocían algo en mí, pero eso es justamente a lo que montones de ellos han sucumbido, engrosando el ego hasta ponerse en posiciones que nadie les ha otorgado. Sentí asco por mi confusión y me prometí dejar de escribir un tiempo, contestar amablemente que no iría y olvidarme de esto.
Dime que lo harás
Durante días solo había escrito por trabajo, mal pago y poco relevante, donde trataba de no ofender a nadie a cambio de vivir en una habitación que cada vez se hacía más chica, pero la gente sabia de las letras había dado con el teléfono de mi vecina y la llamaban cada día para conversar conmigo. Un día atendí, y del otro lado un señor de voz amable me comentaba sobre las ventajas de estar en la entrega de premios, los editores que asisten, las oportunidades de publicar, la ventaja de ser uno de los premiados y sobre todo, su interpretación del relato.
También me preguntaba si él había interpretado lo correcto, y no, claro que no, pero importaba tan poco que le decía que si. Sin duda era de esos expertos en relaciones públicas, aunque no me interesaba sentía que era grosero de mi parte colgar el tubo y me justificaba diciendo que me encantaría, pero tenía mucho trabajo por terminar, que intentaría terminar todo a tiempo pero no le podía asegurar nada.
Me dijo que él estaba dispuesto a publicar algo, que le lleve propuestas y él me buscaría el trato más conveniente, “¿Tienes material para presentarme no?”, “Si, si, por supuesto”, lo que pareció responder también a la pregunta, “¿Quieres hacer negocio conmigo?”, antes de finalizar el llamado, cambió su voz de hábil empresario a un tono paternal y me dijo, “Piénsalo, puede ser un gran empujón para tu carrera, dime que lo harás, piensa en las oportunidades”
Oportunidades
Renunciando a mi promesa de no escribir, no pude contenerme y escribí solo frases sueltas sobre voluntades desdobladas, puños que aplastaban gente y estallaban haciendo volar dinero hacia los lados o solo aire, ese era el juego, y me sentía cada vez más parte de él, sentía el puño arriba mío aplastándome amablemente para ver si podía sacar algo de efectivo.
Oportunidades II
En las paredes decía “Oportunidades”, estaba atado en una silla, en el medio de la pieza, con la boca vendada, todos mis escritos volaban alrededor mío, hacían un ruido ensordecedor hasta que uno queda justo delante de mis ojos; decía “¿Tienes miedo de intentar?”
Basura
Había tenido una noche horrible, no paraban de llamar al teléfono de mi vecina ya que la entrega era la noche siguiente, yo no contestaba y sentía que no se alimentaban sólo de las buenas palabras, sino que de arruinar a quienes rechazaban ese paraíso.
Escuché los pasos por el pasillo y supe que era él, cuando llegó a la puerta de mi habitación preguntó si había alguien y golpeó, lo pude ver a través de las cortinas, vestía como debía hacerlo y llevaba una sonrisa de esas que llevan horas de prácticas frente al espejo. “Respeto que no puedas ir a la entrega, sólo vine a ver si tienes algún material para darme, tengo un grupo de gente interesada en publicarte”.
Basura, eso era él, y eso eran mis cuadernos, los tiré en el tacho junto con hojas de diario y le abrí, le grité que no había nada para él ni para nadie ahí, y sentí su puño presionándome contra el piso, el viento y una hoja que decía “¿Tienes miedo de intentar?”, y otra “¿Tienes miedo de intentar?”, y otra “¿Tienes miedo de intentar?”
Grité tan fuerte como pude para que desaparezcan, tanto, que desaparecieron con cada letra que había escrito.
Desierto
Estaba en la misma pieza, pero ya sin nada, mis cuadernos, parte de mí, se había ido.
Viento
En medio del silencio el viento abrió la ventana, otra hoja “Página 1”
Comienzo.
Hey... este era mi lugar...
ResponderEliminaresta solia ser mi actividad... i mean... hey...
..
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Paz necesito tu mail, para tenerte al tanto de las noticias del encuentro literario-Blogger que se realiza en B. aires.
ResponderEliminarhay novedades.
besos
wow
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